Aunque en muchas ocasiones llamamos rueda cuando nos referimos al neumático, la rueda de un coche está formada por el neumático y la llanta, que es la parte donde se monta el neumático, el disco de rueda y el embellecedor. De modo que la principal función de la llanta es la de unir el neumático al resto de coche.
La principal función de las llantas es aportar estabilidad en la trayectoria del coche. Las llantas también se encargan de soportar el peso del vehículo cuando está parado. De ahí que si alguna de las cuatro ruedas no tiene llanta, sufrirá una carga mayor que el resto y, por tanto, un mayor desgaste.
A pesar de que todas hagan la misma función, existen distintos tipos de llantas, las más comunes de acero o de aleación de aluminio.
Las llantas de acero son más económicas y resistentes, ya que, en los choques contra bordillos, por ejemplo, suelen quedar intactas. No obstante, no suelen destacar por su estética, su diseño más cerrado refrigera peor los frenos y son algo más pesadas lo que influye en el gasto de combustible.
Las llantas de aleación suelen ser más estéticas y más ligeras lo que influye positivamente en el comportamiento del coche. Por el contrario, son más delicadas a los golpes.
Debido a ese componente estético que aportan las llantas al coche, es normal quererlas modificar. Lo más sencillo es modificarlas por otras equivalentes según el perfil de llanta correspondiente con la ficha técnica del vehículo. Si no coinciden, se considerará una reforma que deberás legalizar en una estación ITV. Si este es tu caso, consulta:
qué necesitas para cambiar las llanta de tu coche.