El
ESP son las siglas comerciales que hacen referencia al control electrónico de estabilidad del coche (del inglés
Electronic Stability Program), uno de los grandes avances en
seguridad activa, junto con el
sistema ABS, ya que es capaz de reducir los accidentes en un 80%. Se inventó en 1995 y, desde 2014, todos los turismos nuevos en Europa deben incluir el ESP, aunque en 2013 la mayoría de coches ya lo llevaban.
La ventaja del ESP es que actúa de forma automática, gracias a que detecta cuándo estamos en una situación de riesgo e interviene frenando la rueda más conveniente para que el vehículo recupere la trayectoria.
Y, ¿cómo se consigue esto? Se consigue gracias a un micro-ordenador, que recibe la información gracias a un conjunto de sensores, a los que consulta 25 veces por segundo para comprobar que la dirección que desea tomar el conductor con el volante, se corresponde con la dirección real a la que se está moviendo el vehículo.
Estos sensores son:
- el de ángulo de dirección, que informa del movimiento del volante
- el de velocidad de giro, común al sistema de ABS, que se sitúa en las ruedas para informar sobre posibles bloqueos
- el sensor de ángulo de giro y aceleración transversal, que informa sobre el comportamiento real del vehículo.
Es interesante remarcar que lo que hace el ESP es modificar la trayectoria del vehículo cuando se accionan los frenos. Esto significa que no tiene ojos y, por tanto, la única manera que tiene de saber hacia dónde queremos ir es mediante lo que le indiquemos con el volante. De modo que es muy importante que le demos esta información.